NIÑO PERDIDO

NIÑO PERDIDO

WOLFE THOMAS

15,50 €
IVA incluido
Editorial:
PERIFERICA EDITORIAL
Año de edición:
2011
Materia
Narrativa extranjera o traducida
ISBN:
978-84-92865-41-3
Páginas:
96
Encuadernación:
Rústica
Colección:
LARGO RECORRIDO

Disponibilidad:

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15,50 €
IVA incluido
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Estamos en 1904, en la época de la Exposición Universal celebrada en Saint Louis. La familia Wolfe se ha trasladado desde Asheville y ha abierto aquí un pequeño alojamiento para los vecinos de su lejana ciudad natal que visitan la Exposición. Grover Wolfe tiene sólo doce años, pero, según dicen todos, una sensibilidad y una madurez extraordi-narias...
He aquí uno de los textos más hermosos de la literatura norteamericana del siglo XX: la búsqueda del «niño perdido», del hermano muerto. Una historia, en cuatro tiempos, contada por uno de los grandes narradores de los años treinta: Thomas Wolfe, quien construye, con telón de fondo de esa América provinciana que aún hoy nos fascina, una novela tan bella como intensa, perfecta en su estructura e inigualable en su poder de evocación.

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el 18.11.2011 Por Recomendado de la semana

Fragmento de la novela «El niño perdido», de Thomas Wolfe. Ed. Periférica.

Llegó de una sola vez, en un diluvio torrencial como Grover nunca había visto. Sencillamente se desplomó sobre ellos, como si el Misissippi hubiera brotado de los cielos. Cayó pesada, instantáneamente. Y en un momento la plaza entera quedó vacía, sin rastro de vida, como si se tratara de las ruinas de una ciudad antigua. La lluvia siseaba al caer, las alcantarillas espumeaban, las aceras parecían presas abiertas, los canalones chorreaban cataratas. Y Grover buscó refugio en el almacén. Desde allí miraba hacia fuera, al gran diluvio que caía sobre la yerma plaza. Oyó el tremendo estallido de la tormenta y se sintió dichoso. [...]

Y de repente, casi tan rápidamente como había llegado, cesó la tormenta. La oscuridad de tinta fresca se disipó, la luz cayó de nuevo sobre la plaza, las cunetas y los desagües gorjearon y gorgotearon la corriente. Y el viejo caballo se quedó allí, apestando a humedad, con una vaga expresión de cansada gratitud; levantó su vieja cabeza, su largo cuello gris y en un instante se puso rígido, dando coces contra el suelo.

Grover estaba allí, mirándolo todo. De algún modo aquello lo llenaba de una sensación de maravilla, magia y felicidad.


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Por Recomendado de la semana el 18/11/2011

Fragmento de la novela «El niño perdido», de Thomas Wolfe. Ed. Periférica.

Llegó de una sola vez, en un diluvio torrencial como Grover nunca había visto. Sencillamente se desplomó sobre ellos, como si el Misissippi hubiera brotado de los cielos. Cayó pesada, instantáneamente. Y en un momento la plaza entera quedó vacía, sin rastro de vida, como si se tratara de las ruinas de una ciudad antigua. La lluvia siseaba al caer, las alcantarillas espumeaban, las aceras parecían presas abiertas, los canalones chorreaban cataratas. Y Grover buscó refugio en el almacén. Desde allí miraba hacia fuera, al gran diluvio que caía sobre la yerma plaza. Oyó el tremendo estallido de la tormenta y se sintió dichoso. [...]

Y de repente, casi tan rápidamente como había llegado, cesó la tormenta. La oscuridad de tinta fresca se disipó, la luz cayó de nuevo sobre la plaza, las cunetas y los desagües gorjearon y gorgotearon la corriente. Y el viejo caballo se quedó allí, apestando a humedad, con una vaga expresión de cansada gratitud; levantó su vieja cabeza, su largo cuello gris y en un instante se puso rígido, dando coces contra el suelo.

Grover estaba allí, mirándolo todo. De algún modo aquello lo llenaba de una sensación de maravilla, magia y felicidad.


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