HOMBRE QUE SABIA DEMASIADO EL

HOMBRE QUE SABIA DEMASIADO EL

CHESTERTON G K

17,00 €
IVA incluido
Editorial:
ACANTILADO
Año de edición:
2007
Materia
Narrativa extranjera o traducida
ISBN:
978-84-96489-90-5
Páginas:
240
Encuadernación:
Rústica
Colección:
NARRATIVA

Disponibilidad:

  • LIBRERÍAS PICASSO - ALMERÍAEn stock
  • LIBRERÍAS PICASSO - GRANADADisponible en 1 semana
17,00 €
IVA incluido
Añadir a favoritos

De detrás de la roca que sobresalía surgió un ruido y un movimiento fugaz parecido al de un ferrocarril, y apareció un gran automóvil. Su negra silueta recortada contra el sol coronaba la cima de la montaña, como un carro lanzándose hacia la destrucción en una desenfrenada epopeya... En una fracción de segundo, el vehículo dejó atrás el saliente del peñasco como una nave voladora; a continuación el cielo empezó a girar como una rueda, y el vehículo quedó destrozado en medio de los altos pastos de abajo... Un poco más adelante, la figura de un hombre de pelo cano yacía en la empinada pendiente verde, con las extremidades descoyuntadas y el rostro vuelto... Sin duda estaba muerto. La hierba se empapaba con la sangre que brotaba de una fractura mortal en la parte posterior del cráneo; pero el rostro, vuelto hacia el sol, estaba ileso y resultaba extrañamente fascinante. Era uno de esos rostros extraños y tan inconfundibles que resultan familiares.

De detrás de la roca que sobresalía surgió un ruido y un movimiento fugaz parecido al de un ferrocarril, y apareció un gran automóvil. Su negra silueta recortada contra el sol coronaba la cima de la montaña, como un carro lanzándose hacia la destrucción en una desenfrenada epopeya... En una fracción de segundo, el vehículo dejó atrás el saliente del peñasco como una nave voladora; a continuación el cielo empezó a girar como una rueda, y el vehículo quedó destrozado en medio de los altos pastos de abajo... Un poco más adelante, la figura de un hombre de pelo cano yacía en la empinada pendiente verde, con las extremidades descoyuntadas y el rostro vuelto... Sin duda estaba muerto. La hierba se empapaba con la sangre que brotaba de una fractura mortal en la parte posterior del cráneo; pero el rostro, vuelto hacia el sol, estaba ileso y resultaba extrañamente fascinante. Era uno de esos rostros extraños y tan inconfundibles que resultan familiares.

Artículos relacionados

Otros libros del autor